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lunes, 25 de marzo de 2013

Cristina, el papa y nosotros


 A CRISTINA NO LE QUEDABA OTRA Y TIENE TODA NUESTRA ADMIRACIÓN, SI PENSAMOS QUE POR LA CAUSA TUVO QUE METER LOS PIES, LAS RODILLAS Y EL SOMBRERITO EN EL BARRO

PERO NOSOTROS, GENTE COMÚN, DECÍAMOS, DECIMOS Y SEGUIREMOS DICIENDO:

AGREGAMOS: SOMETER A LAS MUJERES, ENCUBRIR ACCIONES HORRIBLES, HACER QUE PAREZCA FALTA DE RESPETO LA CRITICA HACIA ELLOS, HACER CREER QUE LUCHAN CONTRA LA POBREZA PORQUE HACEN BENEFICENCIA, SACARNOS DINERO PARA "SOSTENERLOS", DISCIPLINAR, DISCIPLINAR, DISCIPLINAR

Y SI QUIEREN ESCUCHAR ALGO SERIO, MIREN EL VIDEO DE HORACIO GONZALEZ, MENTE BRILLANTE QUE POR SUERTE SIGUE CONSERVANDO EL KIRCHNERISMO (INVOCAMOS AL REVERENDO PAPA PARA QUE ASÍ SIGA)

(SÍNTESIS) http://www.youtube.com/watch?v=jZR0H4pZ9Gk



HOY 24 DE MARZO REITERAMOS LO EXPUESTO EN NUESTRA NOTA "EL IDIOMA DE LOS PADRES" (http://www.clasemediak.blogspot.com.ar/search/label/Jijiji%20%28poeta%29) Y NOS PLEGAMOS A LA EDITORIAL DE ANGUITA EN MIRADAS AL SUR DE HOY (NO CON RESPECTO AL PAPA): ES NECESARIO SACAR DEL ANONIMATO A LOS SUJETOS POLÍTICOS QUE DESAFIARON AL PODER EN LOS 70, VISIBILIZAR SUS BIOGRAFÍAS COLECTIVAS, HABLAR DE LA DERROTA.

domingo, 24 de febrero de 2013

AMENAZA DE VIOLACION



AMENAZA DE VIOLACION.
Del disciplinamiento ancestral al colectivo femenino a la reubicación de los cuerpos en el espacio social.
“Cerró la puerta
puso la traba
me escapé por la ventana”
Gilda

No hace falta ninguna encuesta: el miedo a la violación es únicamente de las mujeres. Y casi todas las mujeres tienen, o han tenido en algún momento, el temor de ser violadas. Las travestis no son una excepción, sino por lo contrario la más triste demostración de la regla: basta asumir el rol de género para correr los mismos riesgos que las mujeres.
El temor camina con nosotras desde niñas, nos acompaña a todos lados como esas nubecitas de tormenta de las historietas. ¡Qué alivio ser hombre y andar por la vida sin ese peso!
¿Cómo llegó el temor y se quedó en ese lugar privilegiado? Hemos cambiado de ciudad, de casa, de pareja, de orientación sexual, de estado civil, de trabajo, de roles, de gustos, de ideas, de psicólogo, de corte de pelo, de peso, de edad, hijas, madres, abuelas, y sin embargo…. el temor sigue ahí, a veces invernando tranquilo como un oso, a veces feo y furioso como un oso. Tan cerca nuestro. Siempre.
Por supuesto que nos lo dijeron expresamente: cuidado que te pueden violar. Pero también nos lo dijeron desde la noche de los tiempos de mil maneras indirectas: ya sos una mujercita, no te pongas esa ropa, no vuelvas sola, no salgas de noche, no te vayas lejos, no hables con desconocidos, no dejes entrar a cualquiera, no des tus datos en internet, cerrá con llave, llamá a un remise de confianza, las apariencias engañan, desconfía, cuidate, es peligroso, tu cuerpo es un tesoro, los hombres tienen más fuerza. Y por supuesto hemos visto películas horribles donde nos mostraban lo que nos podía pasar si no cumplíamos alguno de estos mandatos. La escena tan temida representada con lujo de detalles, vidas prometedoras destruidas, familias destrozadas, proyectos truncados, impotencia, humillación. Los medios de comunicación masiva sin duda refuerzan el mensaje del miedo haciendo que las víctimas digan (o editando) lo que ellos quieren oir. Si el violador es un ser execrable aun para los que delinquen, si hasta los códigos carcelarios imponen un castigo ejemplar, entonces la víctima, cosificada, no puede sino sentirse menos que cero, en el último peldaño de la escala social. ¿No ubicaba el código penal a la violación dentro de los delitos contra el honor? Y el honor mancillado no tiene reparación. No hay escapatoria.
Sin embargo…. ¿Vale la pena el miedo?
¿Sabemos qué cantidad de mujeres son violadas? (en el año 2008 en la Provincia de Buenos Aires la tasa fue de 2,2-5,3 c/100.000 hab., fuente: http://cdi.mecon.gov.ar/docelec/va1026.pdf; mucho menor que las muertes por causa del tránsito, ver: http://www.luchemos.org.ar/es/estadisticas/muertosanuales/muertos2008).
¿Y no ocurren gran parte de esas violaciones en el seno de esa familia que nos abraza y nos protege del afuera?
La militancia contra el miedo a la violación debe sortear varias trampas. La primera, y aunque parezca mentira, cabulera (sería interesante investigar la incidencia de las supersticiones en nuestra vida diaria, nos llevaríamos una sorpresa). ¿Para qué hablar, para qué arriesgarme? ¿Para qué desafiar al destino? La frase popular “decís eso porque a vos no te pasó” nos resuena en los oídos como un mantra. ¿Y si por hablar de más nos pasa? No olvidemos que ponemos en juego nuestro propio cuerpo. Mejor no alterar el statu quo. Sigamos calladitas, mirando televisión en una casa rociada con Lisoform, que es más seguro.
La segunda nos enfrenta con el modelo de “buenos padres”. ¿Somos capaces de dejar que nuestra hija regrese caminando sola a las dos de la mañana? ¿Qué baje sola desde Salvador de Bahía pasando de un micro a otro durante tres días? ¿Qué recorra las quebradas de Salta sin más compañía que un celular, para la ocasión sin señal? ¿Qué vaya a la cancha con pollera corta? ¿Qué no nos conteste los mensajes o no nos llame durante una semana?
¿Nos bancamos la etiqueta de “desamorada”, “abandónica”, “mala madre” si algo le llegara a pasar? El mecanismo de represión social se encuentra reforzado por todos lados. Si superamos el miedo y la angustia de dejar que nuestras hijas vivan en libertad, la culpa por no cumplir el rol maternal “como es debido” está esperándonos del otro lado. Y sino, diremos que no es el miedo a la violación sino a la “inseguridad”, otro enmascaramiento que nos permite recrear miedos ancestrales como si fueran de hoy.
¿Cómo se le habla a una mujer que ha sido violada? ¿La sociedad permite que la mujer tome la violación sólo como un acto de violencia, despojándolo de todas sus connotaciones relativas al honor, la dignidad, el tabú del cuerpo y la sexualidad femeninos? ¿O la penetración en el “templo sagrado” exige un duelo patológico por parte de la mujer, que dé cuenta ante los demás de su resistencia a aceptar la “caída” para así demostrar que todavía es una mujer honesta? ¿O somos todavía algo que otro “posee”, una propiedad que los demás quieren mantener incólume, intacta, intocada, en buen estado de conservación?
Cuando las mujeres albañiles, colectiveras, militares, boxeadoras, jugadoras de fútbol, carpinteras, guardias de seguridad, dejen de ser una excepción, también deberá revisarse la idea de que el hombre tiene más fuerza. Porque es fácil ser el más fuerte con siglos de entrenamiento, autoconciencia y legitimación social. Y es fácil ser la más débil si nuestra herramienta más pesada es una aguja.
Lo era en 1847, cuando Charlotte Brontë hizo que Jane Eyre abandonara el bordado y subiera a los tejados de la casa para que por lo menos pudiera mirar el mundo que estaba fuera de su alcance por ser mujer. Hoy, ese gesto de rebeldía no ha perdido sin embargo su actualidad. Basta repasar las publicidades televisivas de productos de limpieza que nos muestran que el único lugar libre de gérmenes es nuestra casa.
Mientras tanto, afuera, en ese androceo gigantesco que es el Congreso de la Nación, pese a la ley de cupo, se les ha ocurrido aumentar las penas para los homicidios cometidos en razón del género. Desde aquí nos pronunciamos en contra de toda modificación a las leyes que implique penas más severas o más cárcel. Aún para crímenes aberrantes como el femicidio. Un cambio revolucionario (igualdad) no se logra dándole mayor poder a las instituciones de disciplinamiento, control y castigo más antiguas y tradicionales.
Señores diputados y senadores, no se queden tranquilos, no han cumplido. Dejen de hablar en nombre de las mujeres y pasen a la acción. Queremos que actúen en consecuencia, no seguir viéndolos confabular entre ustedes cuando se deciden las cuestiones importantes. ¿Dónde están las mujeres en ese momento? ¿Estarán en los talleres de género?
Hoy, un estrado judicial, una mesa redonda, una reunión de la CGT (cualquiera de las cinco), una comisión directiva, una mesa de enlace, una negociación sindical, una reunión de ministros o gobernadores o funcionarios o miembros de una organización política, un staff de empresa, un comité de ética, un consejo universitario, una cátedra, si están conformados exclusivamente (o casi) por hombres, ya no son creíbles. Pero no sólo no son creíbles si hablan de igualdad de género, no son creíbles si hablan de cualquier cosa, incluidas las cuestiones políticas.
Visualmente ya no son creíbles. Basta ver la foto, la imagen congelada, para comprender lo que está detrás.
Las mujeres seguimos militando con nuestro propio cuerpo por la libertad y la igualdad, pero ¿no es hora de que los hombres -empezando por los que tienen más visibilidad- también lo hagan, reubicándose en el espacio social de otra manera? Quien piense que ese movimiento sólo beneficiaría a las mujeres, no advierte que se encuentran en juego los mismos mecanismos obstructivos que dificultan una democracia menos delegativa, donde el ciudadano común pueda participar más allá del voto, y decidir sobre su propio destino.
La Plata, 24 de febrero de 2013
Mara Lía Popez

domingo, 11 de noviembre de 2012

PING PONG DE PREGUNTAS SIN RESPUESTAS

8N: simplemente una manifestación en contra del Gobierno. ¿Que tiene algo de obsceno? Sí, lo explícito del individualismo, el odio, y la mirada mezquina sobre los otros. ¿Pero no es mejor que esa posición se blanquee antes de que se encubra en una supuesta “independencia”, “neutralidad” o falsa disposición al diálogo? 100 – 55= 45. ¿O acaso pensábamos que los que no habían votado a Cristina la querían? ¿O que habíamos ganado la batalla cultural? Nos produce asombro el asombro.

El kirchnerismo y el 8N: una mirada totalizante con la que no coincidimos. ¿Desde cuándo podemos pretender que todos reconozcan los logros del Gobierno y coincidan con la visión kirchnerista del “modelo”? Siempre va a haber gente desconforme, gorila, garca o simplemente que tiene otra opinión (estaría bueno distinguir). Machacarle números y estadísticas en la cabeza para que “entiendan”nos parece una especie de aleccionamiento escolar, un voluntarismo peligroso. Una cosa es que estemos de acuerdo con muchas de las políticas del Gobierno y otra muy distinta es que todas las interpretaciones sobre esas políticas deban ser iguales (a la nuestra). Por otra parte, ¿no es contradictorio decir que el Gobierno toca los intereses de los que más tienen y cuando los que más tienen salen a protestar decirles que están equivocados en su visión del “modelo”?

Cinthia García: un ego muy inflado. Ascender a cualquier precio, incluso en el de ser funcional a la oposición. ¿Por qué interrumpía continuamente a los entrevistados? ¿No era más redituable dejarlos hablar y que se cocinaran en su propio discurso? Posiblemente, pero así ella no hubiera tenido sus 15 minutos de fama (noticia de Yahoo y estrella de la nota de Beatriz Sarlo de hoy sábado).

678 y el 8N: buena la apuesta de poner un notero en la calle y darle voz a los manifestantes (lástima CG). Patético Girotti (todavía nos debe una autocrítica por las elecciones de la CTA) pidiendo un aplauso para CG. De cualquier forma obtuvieron el rating deseado (aumentó de 2 a 7 puntos).

Cristina: ¿Por qué no hacemos que la gente/oposición salga a la calle por motivos más importantes? Ya que se enojan, que se enojen en serio. El costo es el mismo (para ellos y para nosotros). Amorticémoslo. Vamos por más. Por una verdadera redistribución de la riqueza. Jubilaciones dignas (no verseemos más con los aumentos porque la base es una miseria y la parva de juicios una vergüenza). Casas para todos y todas (el plan PROCREAR todavía está en deuda con los pobres). Telefónicas, inmobiliarias, tarjetas de crédito, trenes, mineras, latifundistas, Bancos, Iglesia, monopolios, deben ser nuestros próximos objetivos. Y sí, también la inflación, la problemática del delito y la violencia, la corrupción policial (que no ocurre sólo en Santa Fe).

La Plata, 10-11-12

C1/2K



martes, 18 de septiembre de 2012

¿QUIEN ES JULIO LOPEZ?

TESTIMONIO DE JULIO LOPEZ EN EL JUICIO CONTRA ETCHECOLATZ, DURANTE EL CUAL FUE DESAPARECIDO POR SEGUNDA VEZ EL 18-9-2006

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PAGINA/12
RADAR
Domingo, 29 de mayo de 2011

La memoria de los otros

Manuscrito realizado por Julio Lopez, testigo del Juicio
+

domingo, 29 de julio de 2012

LA FOTO DEL DIA: ¿ESTOS YA NO SON MÁS "LOS GORDOS"?

 
Para repensar todo lo que se dijo de Moyano.
Lo manifestamos en un artículo anterior*: una cosa es la posición de Cristina, la del FPV, la de Moyano, la de “los gordos”, etc. y otra debe ser la nuestra, la de los ciudadanos comunes que apoyamos al gobierno por sus políticas más igualitarias e inclusivas, pero seguimos pidiendo más redistribución.
Si nos pegamos al discurso partidario o al de 678, difícilmente podríamos explicar esta foto sin caer en contradicciones o “medir con distinta vara”. ¿Qué diríamos ahora de las alianzas con personajes alineados con el neoliberalismo, de los cambios abruptos de postura, de las estrategias poco claras, de las actitudes provocadoras o incluso destituyentes, de la aparición de esos personajes en medios de comunicación que hasta ahora eran contrarios a lo que ellos representaban y por lo tanto no les daban espacio? Ver las nuevas-viejas caras entrevistadas por Visión 7 causa un poquito de espanto. Sin embargo, es lo mismo con que se lo fustigó a Moyano. Hoy Página/12 no mencionó una sola vez la palabra “gordo”, “neoliberal”, “menemista”, “sindicalista/empresario”,eran los dirigentes sindicales que se opusieron a un nuevo período del camionero Hugo Moyano al frente de la CGT” o “56 sindicalistas juntos” (la otra foto vergonzosa que no se quiere mirar: de esos 56 sindicalistas sólo dos o tres son mujeres, la representante de las empleadas domésticas y de las modelos, y no es porque la ley 23.551 de asociaciones sindicales no establezca un cupo para garantizar la igualdad de género!).
Pero no nos horrorizamos ni nos rasgamos las vestiduras (y mucho menos dejaremos de leer Página/12). Sólo insistimos con nuestra posición: los de a pie vamos a la cola, no contamos con la información suficiente para saber qué es lo que pasa, no tenemos por ahora incidencia en las decisiones. Por otra parte, dentro del sistema democrático y republicano tampoco jugamos el mismo rol que el gobierno, los partidos y las organizaciones. Por lo tanto, si pretendemos fortalecer el proyecto progresista, profundizar los cambios e influir sobre los otros actores políticos, nuestra postura debe ser diferenciada, generando nuestros propios argumentos y visiones del mundo, tratando de no caer en miradas reduccionistas. Solo si estamos movilizados, si somos políticamente autónomos, si nos asumimos como ciudadanos en el más profundo y amplio sentido de la palabra, podríamos alentar la expectativa de que una nueva forma de hacer política es posible.
La Plata, 17 de julio de 2012
CLASEMEDIAK

lunes, 2 de julio de 2012

SOBRE EL PARO DE MOYANO

Nos parece saludable que haya cierta tensión entre el Gobierno y la representación de los trabajadores. Pensamos que Cristina y Moyano (y no sólo ellos) tienen la capacidad para resolver estas tensiones, y de hecho eso ha ocurrido hasta ahora. El Gobierno siempre ha reaccionado hacia la profundización de los cambios en situaciones de conflicto o presión, y se puede esperar que los reclamos de los trabajadores sean mejor defendidos por un gremio no condescendiente.
No creemos que un paro de un día con marcha a Plaza de mayo sea destituyente, y nos parece prematuro calificar de esta manera a Moyano. Tampoco nos perturban demasiado las alianzas ocasionales ni los apoyos que reciba Moyano ni su presencia en TN. Lo de las alianzas nos parece un argumento circunstancial que también podría aplicarse al Gobierno (para hablar de lo más reciente: su alianza con Scioli, y aquí en La Plata con Bruera, su protección a las mineras, etc.). Esto lo vemos más como una salida utilitarista de Moyano (tal vez una provocación, nada nuevo en política) que como una cooptación por parte de los grandes medios (también vimos a Lescano entrevistado en CN23, y nadie dijo nada). Nos preguntamos también qué otros formatos de visibilidad posibles hay fuera de la tele cuando alguien quiere introducir una lectura crítica.
Tampoco nos convencen los argumentos que marcan las contradicciones de Moyano con lo que decía hace algunos años. Nos parecen alegaciones distractivas, voluntaristas, negadoras, que rehuyen al análisis de la realidad tal como se presenta aquí y ahora (es como decir al que te abandona: ¡pero si vos antes me querías!). Confiamos en Cristina y nos parece que por ahora no debemos descalificar a Moyano. No lo confundimos ni con una Pando, ni con un cacerolero.
Pero también pensamos que una cosa es lo que diga Cristina y lo que diga Moyano (ambos tienen sus razones para decir lo que dicen) y otra cosa es lo que digamos nosotros, ciudadanos comunes que no manejamos los hilos políticos y ni siquiera la información indispensable. Creemos que no podemos quedar presos del discurso de TN pero tampoco del de 678, Depetris, Kunkel o el Chino Navarro. Como sociedad civil tenemos que tener nuestra propia autónoma visión y nuestro propio discurso, generar posiciones alternativas, que rompan los binomios de análisis tradicionales, no para propiciar un consenso o una posición “intermedia” sino para dejar de reducir la realidad a un escenario simplista donde se describe a los actores políticos, sociales y sindicales como si fueran de cartón pintado.
Nos preguntamos por qué carecemos de información que nos atañe si somos el pueblo ¿o para esto no lo somos? Nosotros tenemos todo el derecho a saber, sobre todo los que creemos en la emancipación de los pueblos convertidos en sujeto político, nos cuesta entender que los que hasta ayer eran sujetos libres a reclamar y/o apoyar vuelvan a tomarse como material frágil, o prestador de meros servicios. Este debate, que intentamos no se abandone, lo consideramos esencial a lo político. Como pueblo exigimos igualdad de derechos en el escenario de lo que pasa o pasó, de lo que no se puede hablar, de lo que apenas hay indicios que nos suelen llevar a interpretaciones apresuradas. Ni Cristina ni Moyano deberían hablar en nombre de partes, porque somos un todo también en el conflicto.
Creemos que las intenciones “políticas” del paro de Moyano (por otra parte, ¿qué paro no las tiene?) de ninguna manera deberían opacar el análisis de otras cuestiones fundamentales, algunas de ellas también “políticas” (si la Presidenta escucha a la CGT o no y por qué, si los reclamos son justos, y hasta donde, si es algo que debe alegrarnos que sólo el 19% de los asalariados formales paguen ganancias, si ahora hacer paro está mal, eventualmente cuáles son las alternativas, si Moyano es un destituyente y por qué, por qué dejó de apoyar al Gobierno -¿alguien lo sabe? ¿por qué nos bancamos jugar al gallito ciego?-, si su representación está en crisis, si está en crisis la forma tradicional de organización de los trabajadores, dónde están las representaciones obreras de las izquierdas, cómo juegan, que forma de visibilidad tienen, que pasa con la CTA dividida, que pasó con la farsa de las elecciones directas, que pasa con los gremios satélites del gobierno, o por lo contrario con los contreras a ultranza, qué pasa en la Provincia de Buenos Aires ahora que Scioli tiene que desdoblar el aguinaldo, y por qué nadie habla de la situación económico-financiera de la Provincia, ¿el paro de ATE sería destituyente? ¿o es que al final todos ponemos la misma cara de nada de Scioli?, etc.).
Nuestra posición es la misma de siempre: ante una amenaza destituyente 100% con Cristina sin matices. Ante conflictos internos, confrontaciones de intereses, opiniones divergentes, discursos enfrentados, cuando vienen de interlocutores válidos (para nosotros Moyano lo es): tratar de separar la paja del trigo. Por el momento no tenemos miedo de Moyano, ni pensamos que pueda ser utilizado por las fuerzas de la derecha. No tenemos miedo de opinar como opinamos, ni pensamos que opinar de este modo pueda ser peligroso para la democracia o el modelo. Creemos que el“modelo” y la democracia deben tener la capacidad de albergar sin temor (contener, escuchar, darle espacio) a los discursos alternativos, y que son éstos discursos los que fortalecen la democracia para que así sea. Creemos que la diversidad existente en una democracia permite la coexistencia de discursos, es decir, que todos tienen una función, incluso éste. Nuestro discurso está “situado”, tiene en cuenta el contexto y a los restantes discursos. En otro contexto (por ejemplo si el Gobierno estuviera más débil) seguramente no sería el mismo. Pensamos que una democracia cada vez más madura es la que se resiste a etiquetar compulsivamente las acciones y los discursos. Creemos que los litigios políticos son el motor de la historia y que a esta altura deberíamos tener confianza en nuestras capacidades para resolverlos, y en todo caso mejorarlas, pero no gastar nuestras energías en recriminaciones inútiles (Me engañaste! Me mentiste! Me tomaste cuando te hice falta y ahora me tiras!).
Podemos equivocar el diagnóstico en una situación dada (si este paro era o no destituyente, por ejemplo), pero eso hablará en todo caso de la insuficiencia de nuestras capacidades de análisis o de “información disponible” (detalle nada menor en este caso), no del error de nuestras ideas. El principio de incertidumbre postula que nadie puede predecir el comportamiento del objeto de estudio porque las propias posiciones del analista influyen sobre esa trayectoria. Creemos que, desde nuestro lugar, simplificar el escenario político para reducirlo a la foto de los insultos cruzados o a diagnósticos que sólo apunten a que “la alianza estratégica está rota” o a las opiniones de encuestólogos que digan que “el camionero salió debilitado” (Pagina 12 de hoy domingo, salvo Mario Wainfeld) no mejorará las condiciones del recorrido que nos resta hacer para consolidar los cambios que ha iniciado el proyecto kirchnerista y mucho menos los cambios que las próximas etapas van a exigir.
CLASEMEDIAK
La Plata, 1 de julio de 2012

viernes, 25 de mayo de 2012

EL IDIOMA DE LOS PADRES


EL IDIOMA DE LOS PADRES ([1])
Por Jijiji
 “Sueño con una puerta:
armo mi cerrojo
como una llave.
Como en todos los
bellos sueños humanos,
la puerta da a un jardín.
Pero mi llave abre hacia
adentro, donde solo
hay sombra, perfume y rumor
de hojas y de viento.”
Liliana Lukin ([2])
¿Hay alguna razón para llamar joven a una persona de más de 40 años, cómo hacen los diarios con el gerente de YPF, el viceministro de economía o el presidente de Aerolíneas Argentinas?
De todo lo que se ha dicho a favor y en contra de estos titulares, ni unos ni otros han cuestionado este calificativo. A lo sumo lo han explicado desde el punto de vista sociológico ([3]).
Podemos sin embargo arriesgar una hipótesis menos descriptiva: que cuando las personas a las que se refieren los diarios realmente eran jóvenes –es decir, antes de los 30 o 35 años- no tenían quién los escuchara, por eso ahora aparecen como recién llegados o “nuevos”.
Elsa Drucaroff ([4]) nos propone una idea siniestra y a la vez sanadora (por lo que tiene de sanador toda explicación): que la “generación militante”, aquella conformada –según su categorización- por personas que al momento de la asunción de Cámpora tenían como mínimo 13 años (por lo tanto nacidas antes de 1961), no permitió que nadie ocupara su lugar de jóvenes rebeldes.No les deja el puesto ni escucha la rebeldía sui generis que los nuevos proponen. Hacerlo sería admitir la derrota….Negar a la generación lozana su novedad y rebeldía es negarle la juventud; la sociedad les dice a sus hijos que no son juventud. Es decir: que no son”.
En la genealogía de Drucaroff esos “nuevos” a los que se les ha negado la juventud son los nacidos a partir de 1961, los que hoy tienen menos de 51 años, empezando por los que adquirieron conciencia ciudadana hacia el fin de la dictadura. Drucaroff, que lo analiza desde la literatura, encuentra como obsesiones frecuentes de estos escritores y escritoras “el quiebre de la transmisión generacional, el desencanto, el misterio sobre el pasado de los adultos, la necesidad de hacer oír en la literatura una voz desprestigiada que suena en la sociedad sin que la tomen en serio”. Observa “manchas temáticas” que se repiten en la obra de estos escritores: “la presencia de dos hermanos, uno de los cuales es inimitable y está muerto, la aparición insistente del campo temático de lo fantasmal, el desencanto” y “la llamativa recurrencia temática del filicidio”.
En la ficción literaria, la “generación militante” está simbolizada por los padres, es decir, por los que eran adultos antes de 1976, por los que vivieron en ese momento y por lo tanto saben qué fue lo que pasó antes del hecho traumático, pero sin embargo no hablan, porque hablar supone hablar de la derrota.
¿Tiene dueño la historia anterior a 1976? ¿O puede ser transmitida, escuchada y discutida sin tabúes? ¿Quién abre el cerrojo para cruzar de un lado al otro de la dictadura? ¿Cómo se llena con sentido –acciones, sentimientos, ideas, biografías colectivas- ese tramo de la historia que todavía no hemos terminado de comprender, ni de traducir a un lenguaje nuevo, de este siglo XXI?

Juventud, rebeldía, tener derecho a hablar, a ser escuchados, a “ganar la hegemonía”, parecían formar parte de un estado vital suspendido en el tiempo, congelado, intocable, patrimonio de generaciones que fueron castigadas justamente por apropiarse de él hasta sus límites más extremos.
Ahora que “los nuevos” están empezando a aparecer en la vida pública ocupando lugares de poder, algunos los descubren como si tuvieran la lozanía de la primera juventud, cuando en realidad la mayoría ha estado militando (al igual de los que, fuera de la política, han estado viviendo, trabajando, pensando, creyendo, escribiendo, sosteniendo esas mismas ideas) desde hace mucho tiempo. Quizá esta caracterización de “joven” involuntariamente nos esté mostrando lo negado: que durante casi treinta años dos generaciones “postdictadura” se han escuchado como en sordina o, diría Jacques Rancière, han tenido la voz, pero no la palabra ([5]).
Si el hecho traumático ha dificultado la reflexión a unos, también ha creado una especie de temor reverencial a preguntar a los otros, atados a lo que Drucaroff llama el “tabú del enfrentamiento”: la imposibilidad de dar una discusión profunda, un debate de ideas real y sin concesiones. Los juicios a los represores y las políticas de la memoria han sido una forma indispensable y necesaria (trabajosa y valiosísima) de socializar el conocimiento, sin embargo, de alguna manera, enfocadas generalmente en los hechos posteriores al 76 ([6]) y estructuradas en base a testimonios, estas metodologías también reafirman esa “brecha irreductible”, abierta en ese momento, entre los que los que tienen el conocimiento y los que no, entre los que saben y los que no ([7]). El idioma de la traducción de la historia, para que sea inteligible, dice Rancière, “no puede ser dado si no se cuenta la historia, pero tampoco sólo por los que la cuentan” ([8]). 
Porque no se trata del saber como mera información, que puede circular en ámbitos más o menos cerrados (la academia, libros y revistas especializadas, ciertos diarios y blogs, ambiente judicial, organizaciones de derechos humanos). Dice Elsa Drucaroff: “…´saber lo que pasó´ no significa tener los datos, ni porque éstos se hayan difundido masivamente, ni siquiera porque el juicio de valor condenatorio contra el gobierno militar y la masacre de la que es responsable se haya vuelto políticamente correcto; todo esto puede ocurrir y ocurre en buena medida, pero no quita al asunto su profundo y doloroso misterio, el horror traumático, el miedo, las heridas sin cerrar, las culpas nunca sumidas, las preguntas y respuestas silenciadas que persisten en la sociedad y, que retornan como lo siniestro a los imaginarios de buena parte de nuestros escritores de postdictadura”.
Se trata de un saber más amplio, más integrador, más democrático. Me sitúo entonces, para no hablar “desde ningún lugar”. Como ciudadano común (ni intelectual, ni militante de una organización política o social), perteneciente a una generación postdictadura, digo que ese conocimiento no ha llegado a mí, y si ha llegado ha sido fragmentario, parcial, siempre con una cuota de ininteligibilidad y reserva que lo hace inaccesible y elitista.
Y antes de que alguien parafrasee el viejo slogan de que “la juventud no debe pedir la palabra sino que debe tomarla” (escuchado no hace mucho a un conocido intelectual de un colectivo kirchnerista, conformado casi exclusivamente por adultos mayores), para convertirlo en “no se informa el que no quiere”, me atrevo a decir que si reconocemos que todos tenemos derecho a saber, entonces necesariamente todos tendríamos la obligación de transmitir, de asegurarnos que la información llegue a las generaciones que nos siguen, pero no sólo en forma de dato duro de acceso restringido, sino de reflexión, autocrítica, diálogo, duda, pregunta, intercambio, afecto, debate abierto.
 Sueño con ser
recibido,
que mi madre
tome mi rostro entre
sus manos y no pueda
dejar de llorar.
Sueño con perder
el miedo como se pierde
el amor: practicando
su falta.”
Es justamente en el discurso del martes 21 de junio de 2011, en el que anuncia su voluntad de proponerse a la reelección, cuando Cristina habla por primera vez del “puente entre generaciones”. Dijo: “Creo que ese debe ser mi rol: un puente entre las nuevas generaciones y las anteriores y como yo, que tomamos la posta de otros y seguimos adelante para construir esta Argentina que estamos viviendo entre todos” ([9]).
No casualmente, Horacio Verbitsky, ese domingo 26-6-11 encabezó su nota en Página12 ([10]) – reproducción de un discurso en homenaje a Paco Urondo- con el título “Puente entre generaciones”. Allí dijo, luego de contar algunas anécdotas de los militantes, incluidos los sobrevivientes de Trelew:Si alguna lección se puede sacar de esta historia, es que además de la voluntad y de la entrega es imprescindible el pensamiento propio, la crítica y la autocrítica, que no hay que ser complaciente con los compañeros ni autoindulgente, que no debe aceptarse nada a libro cerrado, ni olvidarse la dimensión de los afectos para convertir a nadie en una fría máquina de nada. Estoy triste, porque fuimos protagonistas de un fracaso, porque somos parte de una tragedia. En mis primeros diálogos con Juan Gelman después de la derrota, cuando nos reencontramos al cabo de años de no saber del otro, le decía que nuestra máxima aspiración podría ser convertirnos en combustible fósil que sirviera de abrigo a las nuevas generaciones. Por eso también estoy feliz al ver el comienzo de la reconstrucción de tantas cosas que fueron destruidas y el surgimiento de esas nuevas generaciones para las que somos punto de partida de su propia marcha. No para repetir la misma historia, lo cual es imposible e indeseable, porque el país y el mundo han cambiado, pero sí para luchar con otros medios y en otro contexto por los mismos valores por los que lucharon ellos, a quienes, ahora, aplaudimos”.
Aunque todos intuimos qué es un puente intergeneracional, seguramente hay muchas formas de construirlo y de pasar caminando por encima de él.
A pesar de las buenas intenciones, será difícil si sólo se trata de un gesto simbólico que deja intactos los nervios que bajan por el statu quo, o de una sustitución pragmática producto de la necesidad de recambio generacional. O si quienes atraviesan ese puente para este lado les dicen a los jóvenes que tengan su propio pensamiento y a la vez les indican lo que tienen o no tienen que hacer (al estilo paralizante de la maldición contra Spinoza que le veda entrar y salir, acostarse y levantarse). Será difícil también si los jóvenes deben tomar la posta de héroes a los que hay que aplaudir de pie o si la puerta hacia el pasado abre hacia un mito y se cierra a la mirada histórica.
Drucaroff habla de las obras literarias en la que la voz de sus autores se disfraza con el deseo de los padres (sería una especie de “mirada travesti”, literalmente recreada en la novela “Los Topos” por Feliz Bruzzone, hijo de desaparecidos). En el prólogo de la antología de poesía “si Hamlet duda le daremos muerte” ([11]) los platenses Julian Axat y Juan Aiub, también hijos de desaparecidos, hablan de nuevas generaciones que funcionan como “médium” de las voces de quienes las precedieron: “los hijos de la vieja generación de poetas no alcanzan a consolidar una voz que los separe, identifique, represente….Esa es la cuestión: sobrellevar la angustia de la influencias o encontrar la forma de liberarse de ellas para asumir una estética propia…Una cosa es la resistencia –dicen- y otra distinta es la formación de una voz representativa que, por un lado, nos separe de viejas vanguardias, y por el otro nos emancipe de la derrota cultural en la que vivimos”. Visibilizar esas voces es el objetivo de la antología. Unas páginas más adelante, Emiliano Bustos, también hijo de padre desaparecido, dice: “Como Hamlet, todas las generaciones de poetas han tenido sus fantasmas y sus padres. Nosotros, poetas más o menos jóvenes pero actuales, padecimos la muerte de muchos padres y el posterior ocultamiento de cuerpos, lugares, obras. Como defensa no fue un mal ataque darle voz a los fantasmas. Pero claro, el tiempo pasado entre fantasmas puede volverse demasiado real. Y entonces hay que dejar la duda, desmalezar, avanzar y largar peso. Pero largar peso no es perder historia. Es criticar, discutir.
Y si bien para cada uno tendrá una impronta diversa, no es necesario ser hijo de desaparecidos (al pronunciarlo por cuarta vez en dos párrafos, el sustantivo en que se ha convertido esta palabra me resuena como insuficiente, como si no pudiera abarcar las singularidades que contiene) para experimentar esa sensación de pérdida de la voz propia, de dificultad para tener la palabra.
 Sueño con volver
al regazo aún atroz
del mundo,
con los libros que he
escrito, carne de mi carne,
dentro
del saco, como
almohada
¿Hablar o no hablar en “el idioma de los padres”?. Esa es la cuestión literaria, artística y  también política ([12]).
Alguien ha tomado una decisión y ese es Capusotto.  Capusotto, Saborido y Bombita Rodríguez, el “Palito Ortega montonero”, cantante de la época de los 70 “injustamente olvidado”.
Bombita Rodríguez, dice Horacio Gonzalez ([13]), “significa un alerta para todos nosotros. Nos revela los obstáculos que hay que superar –si es posible hacerlo- para referirnos en términos críticos pero hospitalarios hacia el pasado”.
Bombita es “el desarme humorístico de la lisura que el consenso de época había configurado” sobre las luchas de los 70, dice María Pía López ([14]), es “la potencia de la revisión hecha sin cinismo”. Bombita “nombra un modo de la memoria, antes que revelar algo sobre el modo en que transcurrieron las vidas militantes. Pero ese modo de memoria extrae y pone de relieve precisamente aquello que otras memorias preferirían leer en su dimensión trágica o en su efecto político”.
¿Pero cómo lo hace? ¿Cómo hace Bombita para revertir ese “trabajo de alisamiento sobre las imágenes del pasado”?
Como punto de partida podemos pensar en una apropiación artística del “idioma de los padres, al estilo de la apropiación de la Gioconda por Duchamp, irreverente, creativa, descolocante. Sin embargo, en el caso de Capusotto, la cantidad de significados superpuestos que encierra la hacen más difícil de explicar. Sí, porque traduce al lenguaje del arte, no otra obra de arte canonizada, sino un objeto complejo que viene de otra dimensión: un tramo de la Historia nacional que todavía esconde sus significados, en la que además el propio artista y todos sus contemporáneos se encuentran incluidos. No es un gesto de rebeldía o provocación, un (mero) parricidio simbólico, hay realmente la creación de un lenguaje nuevo hecho con hebras de “la lengua trunca de los padres”, con hebras de la lengua inacabada de los hijos, de la lengua de la televisión, de la música, de la política, de lo social, de lo implícito, de los afectos, del humor, del pasado y del presente, de la ficción y de lo real, del que actúa y del que mira.
Esa suelta de palabras dormidas, extraídas de sus amarras con encanto infantil, se resuelve en una risa que obliga a nuestra conciencia a ver nuevas relaciones. La realidad es siempre alimentada por más elementos y relaciones que las que nuestro conocimiento supone”, dice Horacio Gonzalez. “Bombita Rodríguez, fantoche desbocado, llama a la condescendencia reflexiva, y así libera al pensamiento como lo haría cualquier texto fundamental de los teóricos de la política”. Sí, con la diferencia que el texto de Bombita se lee por todas partes, y no hace falta ser intelectual ni militante para llevarlo dentro del saco como almohada.
Este “collage de contrastes puros” ([15]), este “pastiche” surrealista ([16]), este borramiento de fronteras entre lógicas heterogéneas, es una característica de la acción política emancipatoria, como sugiere Rancière, ([17]).
Rancière analiza la cuestión en el teatro y en la relación pedagógica. Propone la abolición del abismo entre el actor y el espectador, entre el conocimiento y la ignorancia. No hay alguien que sabe y alguien que ignora, alguien que actúa y alguien que mira pasivamente. Se trata de  encontrar cómo todas las maneras de contar una historiase traducen mutuamente”: hay que encontrar el idioma adecuado para esa traducción y para esa contratraducción. Ese idioma, de hecho, no puede ser leído sino por aquellos que lo traducen poéticamente “a partir de su propia aventura intelectual”.
Lo saben los movimientos feministas y sus luchas por romper la “distribución de roles” y reconfigurar “la división del espacio y del tiempo”. Para Rancière, estas oposiciones -mirar/saber, apariencia/realidad, actividad/pasividad- son todo menos oposiciones lógicas entre términos bien definidos. Clasifican arbitrariamente una división de lo sensible, una distribución a priori de las capacidades e incapacidades ligadas a esas posiciones. Son alegorías encarnadas de la desigualdad. Cuando se comprende que las formas que estructuran las relaciones del decir, del ver y del hacer pertenecen, ellas mismas, a la estructura de la dominación, podemos hablar de una “división policial de lo sensible”, es decir, de una relación “armoniosa” entre una ocupación y una capacidad. Para Rancière, la emancipación social significa, de hecho, la ruptura de este acuerdo entre “ocupación” y “capacidad” que representa la dificultad impuesta de conquistar otro espacio y otro tiempo. La política es la práctica que rompe ese orden de la policía. Lo hace mediante la invención de una instancia de enunciación colectiva que rediseña el espacio de las cosas comunes.
En una reunión de heterogéneas metodologías, que entremezcla idiomas petrificados y otros en construcción, Capusotto ha hecho sentir, en el campo de la política, las formas de estructuración de la experiencia sensible propias de un régimen del arte: la superposición de temporalidades no lineales, el hacer ver aquello que no era visto o de hacer ver de otra manera aquello que era visto demasiado fácilmente, el poner en relación aquello que no lo estaba. Ese es el trabajo de la ficción, dice Rancière. La ficción no es la creación de un mundo ficcional imaginario opuesto al mundo real. Es el trabajo que produce disenso, que cambia los modos de presentación de lo perceptible y las formas de enunciación al cambiar los marcos, las escalas o los ritmos, al construir relaciones nuevas entre la apariencia y la realidad, lo singular y lo común, lo visible y su significación.
Las prácticas del arte, dice Rancière, y nos convence, no son instrumentos que proporcionen formas de conciencia ni energías movilizadoras en beneficio de una política que sería exterior a ellas. Pero tampoco salen de sí mismas para convertirse en formas de acción política colectiva. Ellas contribuyen a diseñar un paisaje nuevo de lo visible, de lo decible y de lo factible. Ellas forjan contra el consenso otras formas de “sentido común”, formas de un sentido común polémico.


Pero siempre, sin anticipar el efecto, dejando una parte indecidible, en tensión. Aquella que, cada vez que miramos a Bombita Rodríguez, nos lleva a preguntarnos: ¿de qué nos reímos? ¿por qué es tan bueno?








[1] Tomé esta frase de un poema de Inés Aprea, platense, 1985: ¿será preciso/hablar/en el idioma/de los padres/¿será un pecado/capital/hablar en la lengua/trunca/de los padres/¿repetir/por pereza/¿imitar/por soberbia/¿envidiar con/ira la avaricia/de los padres/la lujuria/de las madres/caídas en carne/de batalla. vida/¿cómo se decía/en el idioma de los padres/¿cómo se decía/mujer/en el idioma/de los padres/¿se decía/hombre/hambre/nube/susto/en el idioma de los padres/¿guerra/se decía /¿ratas/¿perros/¿errotas o/derratas/¿alegría/se decía/¿se decía fiesta/¿se decía/plaza/¿cómo se decía/nube/cielo/estrella .El primero publicado en la antología “si Hamlet duda le daremos muerte”, libros de la Talita Dorada, City Bell, 2010.
[2] Liliana Lukin, “La Etica demostrada según el orden poético”, Ediciones La cebra, 2011. Todos los epígrafes están tomados de allí.
[3] “Ser joven ya no es lo mismo”, de Juan Martín Bustos, en “Le Monde Diplomatique” de mayo/2012, dentro del Dossier “La política de los jóvenes”.
[4] Elsa Drucaroff, “Los prisioneros de la torre”, Emecé, 2011
[5] Jacques Rancière, “El malestar en la estética”, Capital Intelectual, 2011
[6] Ver por ejemplo en la Provincia de Buenos Aires:  http://jovenesymemoria.comisionporlamemoria.net/?page_id=356
[7] Un análisis crítico de este proceso de memoria y reparación puede verse en “¿Nostalgia del presente?”,  de Verónica Gago y Diego Sztulwark, en “La sonrisa de mamá es como la de Perón. Capusotto: realidad política y cultura”, Imago Mundi, 2011
[8]  Jacques Rancière, “El espectador emancipado”, Manantial, 2010
[11] “si Hamlet duda le daremos muerte. Antología de poesía salvaje”, Editorial de la Talita Dorada, City Bell, 2010
[12] lo dijimos en nuestra primera editorial: “DIVERSIDAD” en http://clasemediak.blogspot.com.ar/2011/10/bienvenidos.html y también después: “LA DISTANCIA ENTRE TENER LA VOZ Y TENER LA PALABRA” en: http://clasemediak.blogspot.com.ar/2012/03/la-distancia-entre-tener-la-voz-y-tener.html
[13] Horacio González, “A la sombra de Bombita Rodríguez”, en “La sonrisa de mamá es como la de Perón. Capusotto: realidad política y cultura”, Imago Mundi, 2011
[14] María Pía López, “La imagen que faltaba”, en “La sonrisa…”
[15] Horacio González, ídem
[16] “¿De qué se ríen? Aproximaciones al humor crítico de Bombita Rodríguez”, en “La sonrisa…”
[17] Jacques Rancière, “El espectador emancipado”, Manantial,  2010